Editorial Mes de Junio, pasada la floración en todo el Mediterráneo y con los frutos una vez cuajados éstos comienzan su desarrollo salvando toda una carrera de obstáculos entre plagas, caída fisiológica, etc. hasta llegar a fin de campaña convertidos en un preciado producto (aunque no siempre por ello económicamente valorados).
Traemos este mes un reportaje-manifiesto (ahora que está tan de moda estar indignado) sobre la defensa de los olivos de baja producción y centenarios en contra de su arranque indiscriminado para uso ornamental. Personalmente me `indigna´ que un árbol capaz de sobrevivir como parte del paisaje y con un cierto valor ecológico sea expoliado por la especulación y comercialización descontrolada, eliminando del entorno unos árboles que han permanecido allí en algunos casos más de un siglo, aunque tengan por destino el bello fin de adornar rotondas y jardines. Todo negocio con la Naturaleza debe encontrar un equilibrio, y por ello se hace necesario que una normativa de orden europeo sea la que ponga un poco de orden en esta actividad que en algunos casos puede llegar a ser desmedida. En España sólo algunas Comunidades Autónomas regulan en parte esta actividad protegiendo sus ejemplares milenarios, pero se hace necesario un mayor control en todo caso. Si un acebuche es una especie vegetal protegida, ¿qué diferencia existe con proteger un olivo, genéticamente indiferenciable? No debería bastar con un Pasaporte Fitosanitario (que ni siquiera cumplen los que venden sus olivos a nivel particular, una actividad fuera de la Ley), sino que tendría que participar el Estado (mejor si es desde Europa) para determinar si es adecuado el arranque, las medidas de protección para recuperar el entorno y en su caso un tasa que repercuta en la mejora del paisaje de manera directa. Devolver el equilibrio al fin y al cabo.
En fin, es mi opinión, espero que no quede aquí. David M.
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